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Que la palabra te acompañe

Según el experto australiano en medios de información Ross Dawson, los periódicos impresos en papel terminarán de extinguirse en Estados Unidos en el año 2017, en España en 2024, y en América Latina un poco más allá de 2040. Es decir, pasado mañana, si es que damos crédito a estas profecías agoreras.

Pero ya tenemos pruebas evidentes de esta inminencia. Hemos visto desaparecer a muchos grandes diarios, o que han pasado a publicarse solamente en ediciones electrónicas. Tal es el caso del Christian Science Monitor. Otros han entrado en crisis, como Le Monde y el New York Times, agobiados por las deudas, y otros han perdido miles de lectores que se han pasado a leer periódicos que nacieron ya en las pantallas, como el Huffington Post. Hay que saber, sin embargo, que en Estados Unidos y Europa, el universo de Internet es cercano al 80%.

Que en América Latina los periódicos vayan a desaparecer por último, según estos augurios, sólo demuestra que a mayor grado de atraso, mayores expectativas de vida para los medios impresos, ya que en los países más pobres el acceso a las pantallas es menor, y por tanto mucho menos numeroso el acceso a la lectura electrónica. Pero se trata de un dato que no es para alegrarse; menos conexiones de Internet, y también menos escuelas públicas.

En Nicaragua, según datos de Internet World Stats, al 31 de diciembre de 2011 había 663.500 usuarios de Internet, equivalente a apenas el 11.7% de la población; y, un dato curioso y significativo, éste es el mismo porcentaje de los usuarios de Facebook en el país. La coincidencia nos abre la pregunta de los usos reales del Internet: participar de las redes sociales es distinto de informarse, o de cultivarse, o instruirse. En Costa Rica, la cifra de usuarios de Internet alcanza el 47%, casi la mitad de la población, y la de los de Facebook, el 35.8%.

Hay, de todas maneras, un cambio radical en las maneras de informarse y leer opiniones, y opinar sobre las opiniones, que alcanza a países pobres y ricos. Los blogspots arrastran más lectores que muchos periódicos de los que se venden en los quioscos y los voceadores anuncian por la calle, como el de la bloguera cubana Yoani Sánchez, "Generación Y", con 14 millones de accesos al mes, lo que demuestra que la difusión de la información, y de la opinión, ha entrado por cauces insospechados, creando de manera cada vez más extensa una saludable democracia de las palabras, que los estados autoritarios difícilmente pueden contener, aunque también exista la censura cibernética como bien se ha probado en China, en Irán o en Myanmar, la antigua Birmania; y los MSN de los teléfonos celulares, que son parte del nuevo mundo cibernético, han probados ser eficaces instrumentos de comunicación instantánea para organizar protestas ciudadanas, y hasta rebeliones.

Yo, que ando entre dos aguas, la lectura electrónica y la lectura en papel, aspiro a una sociedad, con periódicos y con libros de los de antes, que nunca deberían llegar a desaparecer. Periódicos de tersa textura impresos en el viejo papel que nos deparan los bosques silenciosos, libros que podamos abrir y oler con esa sensualidad que sólo ellos nos regalan. Periódicos que produzcan entre nuestros dedos el mismo ruido familiar cuando pasamos sus páginas. Pero mucho dependerá de los propios periódicos si sobreviven o no, de su audacia y de la inteligencia con que se hagan cada día, para enamorar a los lectores.

En este sentido, me gustaría seguir siendo, como manda Rubén en Cantos de Vida y Esperanza, "muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita..." Y lo que deberíamo ser todos. Antiguos porque sabemos leer en el pasado, modernos porque no nos dejamos vencer por el pasado. Y siempre audaces, sin hacer concesiones, sin perder el espíritu de libertad que es el único que hace posible el saber.

París, septiembre 2012
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