La poesía, las novelas y las canciones, están llenas de ojos negros, la prenda más enigmática de la belleza de las mujeres, desde aquella inolvidable tonada rusa, Ochi Chornye, que en una de sus arrebatadas estrofas dice: Oh, por algo son más oscuros que lo profundo del mar/veo en ellos el duelo de mi alma/veo en ellos una llama de victoria/y consumido en ella, un pobre corazón…hasta la cueca que popularizó la voz de Lucho Gatica: yo vendo unos ojos negros/ quien me los quiere comprar/ los vendo por hechiceros/ porque me han pagado mal…
Por unos ojazos negros, igual que penas de amores/ hace tiempo tuve anhelos/ alegrías y sin sabores…dice el bolero clásico Un viejo amor; y la letra del tango Por unos ojos negros, llora con el bandoneón: ¿por qué tus ojos me embrujaron? ¿Por qué?/Si tú tenías que alejarte después/sólo me queda el recuerdo glacial/de tus ojos de sombra y cristal…Y está también la canción de Ricardo Montaner, de letra menos afortunada: ojos negros en el cielo de una noche fría/labios rojos/que me hablaban, yo no la oía…, y así.
En la literatura, los ojos negros son siempre el abismo de la perdición. Unos ojos que anuncian la desgracia no pueden sino ser negros como noche sin estrellas; ya su mismo color anuncia que traerán luto al enamorado que pena bajo su oscura lumbre. Ojos para perderse en ellos, con ellos, y por ellos, aunque en su negrura avisen del peligro en que se cae con sólo mirarlos.
Pero, para ser justos, el tormento no viene sólo de los ojos negros; también los claros tienen su parte, como en el antiguo poema de Gutierre de Centina: ojos claros, serenos/si de un dulce mirar sois alabados/¿por qué, si me miráis, miráis airados..? Los ojos azules tampoco van a la zaga, y el cielo y el mar son en la poesía su más común comparación: y sin embargo tus ojos azules/azul que tiene el cielo y el mar…dice Sombras nada más, que primero fue tango, y luego bolero en la voz de Javier Solís.
¿Y los verdes, aquellos ojos verdes, serenos como mares, ojos verde esmeralda, ojos verde mar, los preferidos de Agustín Lara? Y no hay novelita de Corín Tellado que no empiece con un apuesto galán de ojos verdes. Aún los ojos de color indefinido, o que cambian de color, han ganado celebridad en la novela, como los de Madame Bovary que inmortalizó Flaubert: "lo que tenía más hermoso eran los ojos; aunque eran castaños, parecían negros…"
El color de los ojos lo define el iris, y así, hay ojos de color castaño, que es lo mismo que marrón, o café, como los de Emma Bovary, que vienen a ser los más comunes; de color avellana, intermedio entre el café y el verde; de color de miel, o ámbar; y verdes, azules, y grises. Pero, como se ve, no están allí los ojos negros. Quizás Flaubert ha dado en el clavo: los ojos de la heroína de su novela parecían negros…pero no lo eran. Pues a pesar de todas las alabanzas, los ojos negros son una invención romántica, porque ojos negros, como tales, no existen por lo común.
Tener los ojos verdaderamente negros es una rara excepción, consecuencia de una enfermedad congénita llamada aniridia, según me explica mi amiga oftalmóloga, y entonces el iris negro se confunde con la pupila, lo que lejos de ser fascinante, perturba por su anomalía, porque es como si la persona, desde la negrura total, no pudiera mirarnos. Quien padece de este mal sufre de fotofobia al ser heridos los ojos por la luz, y se es propenso a las cataratas y el glaucoma, entre otras muchas amenazas de ceguera. Nada hay en ojos tales que se acerque a lo romántico.
Así, los ojos negros vienen a ser una maldición, no para quien los ve bajo la atracción pasional, sino para quien, por uno de esos azares del destino, los tiene.
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