Ausentes de la vida de Rubén Darío sus padres verdaderos, el coronel Félix Ramírez Madregil y doña Bernarda Sarmiento pasaron a hacer esas veces, como es bien sabido. De niño el coronel lo llevó a conocer el hielo, los cuentos pintados y las manzanas de California. Dos veces fue por él para conducirlo a León: recién nacido, desde Metapa, y luego desde San Marcos de Colón cuando Rosa Sarmiento, su madre biológica, había huido con un amante.
"Mi madre era aquella señora que me había acogido", dice, refiriéndose a doña Bernarda; y en cuanto al padre, a quien llamaba tío, sólo muy tarde supo que lo era: "no sé por qué, siempre tuve un desapego, una vaga inquietud separadora con mi 'tío Manuel´. La voz de la sangre... ¡qué flácida patraña romántica!, la paternidad única es la costumbre del cariño y el cuidado. El que sufre, lucha y se desvela por un niño, aunque no lo haya engendrado, ése es su padre...", dice. Ése fue el coronel Ramírez Madregil.
¿Quién era ese personaje, tan central en la vida de Rubén? Ningún militar de salón. Pasante alguna vez de abogacía, había sido lugarteniente del general Máximo Jerez, caudillo liberal, y a su lado había peleado contra los legitimistas que mandaba el general Fruto Chamorro. Una vez que Jerez fue separado del mando de las tropas liberales en 1855, tras el fracaso del sitio de nueve meses a Granada, el coronel pasó a formar parte del cuerpo de oficiales del nuevo jefe, el general Trinidad Muñoz.
Rubén lo recuerda como "un hombre alto, buen jinete, algo moreno, de barbas muy negras, al que llamaban 'el bocón', seguramente por su gran boca". De sus acciones sabemos gracias a las memorias de William Walker, quien cuenta que fue comisionado para recibir a los filibusteros en el Realejo cuando llegaron en el "Vesta", procedentes de San Francisco, California, en junio de 1855. También fue el encargado de reunir doscientos hombres que debían ser puestos a la orden de Walker.
Pocos días después, cuando la falange de filibusteros inició el ataque a Rivas, donde acampaba el grueso de las fuerzas legitimistas, su misión fue la de proteger a Walker en la retaguardia y por los flancos, al mando de un contingente de cien hombres. Cuando la noche del 18 de junio los filibusteros atacaron Tola para abrirse paso hacia Rivas, a los primeros disparos el coronel se retiró con su tropa en dirección a Costa Rica, según supone Walker en cumplimiento de instrucciones del general Muñoz, que había entrado en celo con los filibusteros. El coronel prohibió en adelante a sus hombres relacionarse con los mercenarios; y él mismo, después del combate de Tola, eludió encontrarse con Walker.
Luego, según relato del historiador guatemalteco Lorenzo Montúfar, cuando el general José María Cañas ocupó en 1857 el puerto de San Juan del Sur al mando de tropas costarricenses, en preparación para el ataque a Rivas ahora en posesión de los filibusteros, el coronel se le incorporó, con una fuerza de 300 soldados nicaragüenses.
No es extraño que Rubén ponga en sus memorias que el coronel, devoto de Jerez, escogió al caudillo como padrino de su bautismo que tuvo lugar en la catedral de León el 3 de marzo de 1867. Así lo repite, con cierta variante, en El viaje a Nicaragua: "Y vi de nuevo en el baptisterio la pila en que recibí nombre y en que me tuvo mi señor padrino, don José Jerez, en representación de su padre, el ilustre general".
Se trata, sin embargo, de un falso recuerdo. Jerez se hallaba exiliado en Costa Rica a consecuencia de sus repetidas intentonas bélicas, y allá había abierto un colegio del que era profesor de caligrafía y dibujo, retórica y métrica. Pudo haber sido representado por su hijo, pero según la fe de bautismo, el coronel fue el verdadero padrino, y al nombre de Rubén fue antepuesto el suyo propio, Félix.
Masatepe, marzo de 2013.
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