Celebramos este mes de mayo los ochenta años de vida de Carlos Tünnermann Bernheim, nuestro ciudadano de tiempo completo, y esto incluye su vida de educador y filósofo de la educación, de defensor de los derechos humanos, de promotor de la fortaleza de las instituciones y de la democracia, de escritor, de académico. Alguien sobre quien escribo con emoción y alegría para festejarlo, porque ha estado ligado a mi vida como maestro, como compañero de afanes, y como ejemplo.
Desde sus años de estudiante luchó por la autonomía universitaria, participando en la fundación en 1953 del CEJIS (Centro de Estudios Jurídicos y Sociales), un movimiento estudiantil interesado en la renovación de los métodos de enseñanza y en la reforma universitaria. El primer proyecto de ley de autonomía fue elaborado por él en 1954, y luego acompañaría la lucha del rector doctor Mariano Fiallos Gil, hasta que la universidad obtuvo su autonomía en 1958.
Cuando en 1957 Luis Somoza aceptó que el doctor Fiallos Gil pasara a ocupar el cargo de Rector, el gobierno se resistió hasta el final a que nombrara como secretario general a Carlos. Los Somoza no olvidaban que ese mismo año, y apenas graduado de abogado, había defendido a Tomás Borge en el Consejo de Guerra que siguió al ajusticiamiento del viejo Somoza a manos de Rigoberto López Pérez el 21 de septiembre de 1956. Al fin tuvieron que ceder al fin porque el doctor Fiallos Gil amenazó con su renuncia si no se aceptaba el nombramiento de Carlos. No era una escogencia gratuita. Quería a un colaborador, el más cercano que iba a tener, que estuviera identificado con su proyecto de renovación./p>
Carlos dejó la secretaría general de la universidad porque en 1959 los rectores centroamericanos se habían reunido en León para crear la Secretaría Permanente del CSUCA, que empezó a funcionar de inmediato allí mismo, y lo eligieron como el primer secretario general del organismo. La secretaría fue trasladada a San José en 1960, y allá se fue, dejando su cátedra en la facultad de derecho. Fui su alumno en el primer año, un maestro joven, que sabía enseñar con métodos renovados, luego su colaborador en el CSUCA, y su sucesor como secretario general.
Esta doble circunstancia, su participación decisiva en los planes de reforma académica en la universidad, al lado del doctor Fiallos Gil, y en los planes de integración regional de la educación superior, una novedad entonces, al lado del propio doctor Fiallos Gil, de Rodrigo Facio, que creó la nueva Universidad de Costa Rica, y del doctor Carlos Martínez Durán, Rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala, le dio desde entonces, y en poco tiempo, una experiencia y una visión muy singulares, más que útiles a la hora en que hubo de ser escogido el sucesor del doctor Mariano Fiallos Gil, a su muerte en 1964.
Su elección encarnó un verdadero relevo generacional en la reciente historia de la transformación de la educación superior en Nicaragua. Ningún otro pudo haber llevado adelante, para completarla, la tarea de renovación de la universidad iniciada desde la autonomía por el doctor Fiallos Gil. Una obra, no puede explicarse ahora sin la otra. El rectorado de Carlos duró diez años, muy difíciles porque la hostilidad de la dictadura contra la universidad no cejó nunca, y eso quería decir la defensa de la autonomía, siempre amenazada, escasez de recursos, lucha por el presupuesto, conflictos, y tensiones. Pero también, reforma académica, creación de los estudios generales, modernización de las carreras, del cuerpo docente, de los contenidos de estudio, creación del recinto universitario de Managua. Y hacer que la universidad fuera parte de la vida social del país.
Después lucharía con valentía desde el grupo de los Doce por el derrocamiento de la dictadura dinástica, y sería ministro de Educación en los años de la revolución, el mejor que ha tenido Nicaragua. Y hoy sigue buscando la Nicaragua distinta, donde la democracia y el respeto de los derechos ciudadanos dejen de ser un sueño para volverse realidad.
Uno es siempre, en muchos sentidos, la consecuencia de la obra de su maestro. Si yo soy en algo esa consecuencia, me doy por agraciado.
Madrid, 2013
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