Cada mes de octubre se celebra a lo largo de varios días la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, la más grande y la de mayor tradición en el mundo. Congrega a miles de escritores, libreros, editores, agentes literarios, traductores, diseñadores gráficos e ilustradores, publicistas y periodistas, y hay cerca de 8.000 expositores de libros en todos los idiomas que uno pueda imaginar. El último día las puertas se abren al público, y los libros, vendidos a precios de feria, desaparecen de los estantes de exhibición.
El catálogo es todo un libro en sí mismo, y allí se anuncian las casi 3.000 actividades que se celebran en los diversos pabellones del recinto, entre presentaciones de libros, conferencia, debates y mesas redondas. Decenas de millones de dólares se transan en contratos de edición, traducciones y derechos de autor.
Es en Alemania donde se inventó el libro impreso, tal como lo conocemos hoy, y la Feria de Frankfurt viene a resultar la celebración de una industria universal que lejos de desaparecer bajo el peso del libro electrónico, tal como se nos vive amenazando cada día, muestra nuevas pujanzas en cuando métodos de impresión y formas de mercadeo, entre las ventajas y los estragos de la globalización. En los pasillos que bullen de gente, y donde se escuchan los más diversos idiomas, uno comprueba este espléndido vigor; no se asiste a un velorio para cantar al libro su requiescat in pace, sino a una fiesta para celebrar su permanente florecimiento.
Grandes editoriales, pequeñas editoriales y escritores de todos los confines se congregan en la Feria. Este año los centroamericanos hemos vivido una experiencia única. Gracias al patrocinio del Instituto Goethe, un grupo de valientes y aguerridas casas editoras de nuestros seis países ha concurrido a la Feria, junto con algunos de nuestros escritores jóvenes: Denise Phé-Funchal, de Guatemala; Vanessa Núñez Handal, de El Salvador y Warren Ulloa de Costa Rica.
Y esas editoriales, siempre con el apoyo del Instituto Goethe, han traído como muestra de sus empeños concertados una antología del nuevo cuento centroamericano, Un espejo roto, que me tocó prologar y compilar; todo un hito, sobre todo porque en este libro ellas se presentan bajo un solo sello, el de GEICA, Grupo de Editoriales Independientes de Centroamérica. Y esa antología ha sido publicada al mismo tiempo en lengua alemana bajo el título Zwischen Süd und Nord (Entre el Norte y el Sur), por la prestigiosa Union Verlag de Zürich.
En el pabellón de Encuentros Mundiales de la Feria se celebró una mesa redonda en la que acompañé al presidente del Instituto Goethe, el profesor Klaus-Dieter Lehman, al director de la editorial Uruk de Costa Rica, Oscar Castillo, del grupo GEICA, y a la especialista en literatura latinoamericana Michi Straufel, de la editorial alemana Fischer. La mesa, con un lleno total de público, fue coordinada por Lutz Kliche, uno de los traductores de la antología al alemán, y el tema fue el futuro de la literatura en Centroamérica.
Los desafíos hacia ese futuro son muchos para nuestras editoriales y librerías, y también para nuestros escritores, el primero de ellos crear lectores literarios, haciendo que la lectura se convierta en un hábito permanente, sobre todo entre los jóvenes; sin perder de vista que en nuestra región publicar libros sigue siendo un acto de valentía, lo mismo que escribirlos. Hasta ahora nadie se ha hecho rico en ninguna de esas tareas.
Pero tenemos ya una literatura del siglo veintiuno en Centroamérica, con recientes generaciones de jóvenes brillantes que pueblan ahora nuestra narrativa, un fenómeno nuevo y alentador. Y el desafío sigue siendo que los libros editados en la región traspasen las fronteras de nuestras pequeñas parcelas territoriales, y también salgan al exterior. Que nuestros escritores dejen de tener las fronteras por cárcel.
Ya hemos avanzado por ambos caminos, con la presencia conjunta de nuestros editores en Frankfurt, y con la edición en alemán de la antología que llevaron allá. Prueba suficiente de que el futuro no es para divisarlo de lejos, sino para construirlo.
Ciudad de México, octubre de 2014
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