Allá para finales de los años setenta del pasado siglo, había en la televisión una serie llamada "La isla de la fantasía". En cada capítulo, unos viajeros llegaban al misterioso y paradisiaco lugar en buscar de cumplir sus más extraños deseos, pagando de previo una suma de 50 mil dólares. El dueño de la isla, y del negocio de aventuras, era el señor Roarke, interpretado por Ricardo Montalbán, y su asistente un pequeño asiático llamado Tattoo, cuyo nombre verdadero era Hervé Villechaize. Ambos vestían elegantemente de blanco. Cuando se acercaba el avión con los viajeros, Tattoo hacía sonar una campana mientras exclamaba "¡el avión! ¡El avión!".
Nunca se explicó en la serie dónde quedaba aquella isla imaginaria, salvo que en algún punto del océano Pacífico. Pero ahora hay otra, mucho más lujosa y donde la aventura cuesta los dos ojos de la cara, nada menos que 1 millón de dólares por una semana de estancia. La excursión turística más cara del mundo, que bien podría entrar, por su costo, en los Guinness Records. Y se sabe dónde está: en la costa del mar Caribe de Nicaragua, propiamente en los cayos Perlas, frente a la barra de Laguna de Perlas. Se llama Calala. Calala Island.
Si lo sacamos por su precio exorbitante, y por lo que dicen las agencias especializadas en turismo de súper lujo, no habría nada más exclusivo que ofrecer a un multimillonario, su familia o sus amigos. La oferta es válida para un máximo de 10 personas, y la isla, rodeada de arenas tan blancas como la nieve, transparentes aguas esmeralda y nutridos cocotales de verdes penachos, tiene sólo cuatro villas. Mayor exclusividad no puede pedirse.
Los viajeros son recogidos en cualquier parte del territorio de Estados Unidos en que se encuentren por un jet ejecutivo que los transporta al aeropuerto de Managua, y de allí un helicóptero privado los lleva a Calala Island. Hay un personal especializado de 25 personas a su disposición, encabezado por un equipo de chefs de alta cocina. Y al apenas bajar del helicóptero, los camareros los recibirán con champaña Dom Pérignon, cuyo consumo se vuelve a partir de ese momento ilimitado durante toda la estadía. Se puede entonces, nadar en champaña, o en las aguas turquesa de las calas de Calala Island.
Un camarógrafo proveniente de Hollywood, y un fotógrafo profesional, estarán allí todo el tiempo para documentar la estancia de los huéspedes, quienes pueden pescar en los bancos vírgenes vecinos todas las langostas que quieran, sumergiéndose arpón en mano, y sólo deben pasarlas a los cocineros para que se las preparan a su mejor gusto. Mientras tanto, igual que el champaña Dom Pérignon, tienen a mano todo el tiempo caviar beluga Imperial, traído desde el mar Caspio. Como despedida, les será servida una cena de gala de 12 platos, mientras el cielo se ilumina con los estallidos multicolores de juegos artificiales de manufactura china.
Pero antes, falta lo mejor, que a Ricardo Montalbán nunca se le ocurrió en su isla de la fantasía: los huéspedes se dedicarán a buscar un tesoro escondido en algún lugar, un cofre de pirata que contiene monedas y barras de oro por el equivalente de 150 mil dólares. Calala Island, según los brochures de publicidad, fue en tiempos pasados una isla de piratas, así que la diversión temática consiste en hallar un tesoro verdadero.
Y para garantizar la absoluta privacidad de los visitantes, que ya se ve tienen que ser necesariamente célebres, el espacio aéreo de la isla es zona de exclusión de sobrevuelos, de modo que ningún paparazzi pueda espiar desde el aire. ¿Cómo se garantiza que no haya sobrevuelos indiscretos? Pues no se explica en la propaganda.
Si está interesado en esta oferta, y quiere una semana de ensoñación en esta isla de la fantasía en el Caribe de Nicaragua, puede obtener más datos en El 19 Digital, sección de noticias nacionales, del viernes 25 de agosto de este año. Pero aliste primero el millón de dólares.
Medellín, octubre 2017
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