Mi padre, Pedro Ramírez, tenía un espíritu fiestero sin medida. Los cumpleaños de sus hijos eran siempre bailes de disfraces y la comparsa de invitados infantiles debía dar vuelta completa al parque central, frente a nuestra casa, al son de una marimba de arco. La marimba estaba en su vida. Hasta los cinco años mi hermano Rogelio usaba el pelo largo, en colochos, y el día de su cumpleaños llegó el barbero a cortárselo, en medio de una fiesta en la que no faltaron los sones de marimba y se repartió chicha de jengibre en guacales.
Mi madre, Luisa Mercado, por el contrario, no era amiga de los jolgorios, y lo peor que pudo sufrir es que una noche, cuando el Club de Leones de Masatepe inauguraba el alumbrado del parque central, siendo él el presidente del club, como había música, claro está, la tomó imprevistamente de la mano y la hizo subir al quiosco municipal para bailar con ella, llena de vergüenza, un pasodoble frente al gentío.
Bromista consumado también, nunca lo vi disfrutar más que cuando, siendo alcalde del pueblo, escribía el programa de las fiestas patronales del Señor de la Santísima Trinidad, que comenzaba con “al rayar el alba una banda de chicheros recorrerá las calles de la ciudad, entre disparos de cohetes y morteros, y culminará con un suelto bailado a medicalle entre el alcalde y su vecina más cercana…”, que era una señora ya de edad, que no salía de su casa más que para el rosario de la iglesia.
Sus hermanos eran nueve, los varones todos músicos, salvo él, que se negó a tocar el contrabajo, el instrumento que mi abuelo, el director de la orquesta Ramírez, le asignó; y así, mis primos paternos sumaban entre hombres y mujeres más de cuarenta. Una de sus ambiciones más entusiastas era que yo fuera el primer profesional universitario entre esa inmensa prole, sin dejar de recordarme siempre, a la hora del almuerzo, donde él ocupaba la cabecera y yo me sentaba a su derecha, como hijo varón mayor, que él sólo había podido llegar hasta el tercer grado de primaria; de modo que se trataba también de una vindicación personal.
Y la carrera que escogió para mí, desde que yo era niño, fue la de abogado. Me acostumbré a esa idea de que tendría título de abogado, que no sé si era la misma suya, porque para mí no significaba ser juez, o litigante, ni tener un bufete, ni abrir un protocolo de notario. Nunca hice en mi vida una sola escritura. Un abogado en abstracto.
Desde que me fui a estudiar la carrera de derecho a León, en 1959, empezó a planear la fiesta con la que celebraría mi graduación, que tuvo lugar en 1963. Entre esos planes estaba desalojar por completo la tienda de abarrotes que tenía en la esquina de la casa, para darle más realce a la celebración y acomodar más invitados, cosa que cumplió meticulosamente. Casi podía decirse que echó la tienda por la ventana.
Durante una semana pasó sacando estantes y vitrinas, y metiendo en cajas de cartón la mercancía, para guardarlo todo en una bodega trasera, y cuando pasó la fiesta volvió a ponerlo todo en su lugar.
Fue una fiesta con orquesta, y una cena buffet, con medio pueblo invitado, pero hubo, además, antes, un solemne tedeum celebrado en la iglesia parroquial. Yo subí las gradas de la iglesia, escoltado por mis padres hasta el altar mayor, con todo el gentío detrás, mientras repicaban las campanas y la voz de mi tío Carlos José, acompañado por la orquesta Ramírez, entonaba el Te Deum laudamus, te Dominum confitemur.
De eso hace va a hacer ya cincuenta años. Revisando viejas fotos me encontré con dos de esa noche de la fiesta de graduación; una tomada frente a la mesa del buffet, en la que aparezco al lado de mis padres. Él tenía entonces 56 años, y ella 51. En la otra estamos, desde la izquierda, mi hermano Rogelio, que se hizo también abogado; Tulita, con la que me casaría al mes siguiente, Luisa, mi madre, Pedro, mi padre; Marcia, mi hermana menor, licenciada en trabajo social; Luisa, mi hermana mayor, graduada en economía; y Lisandro, ingeniero civil.
Entre todos, multiplicamos con creces sus ganas siempre despiertas de ordenar a los músicos que empezaran a tocar.
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