León, Nicaragua, 1956. El capitán Prío, en cuyo café se reúnen por tradición un grupo de viejos contertulios, vigila desde su atalaya la ostentosa llegada a la ciudad del presidente Anastasio Somoza. Doña Salvadorita, la primera dama, lo acompaña. Ambos realizan una visita a su ciudad de origen.
León, Nicaragua, 1907. Rubén Darío, «Príncipe de los Cisnes», es recibido con honores y clamor popular en su ciudad natal, a la que regresa tras una estancia en Europa.
Los contertulios (Rigoberto, Ausberto, Edwin y Segismundo, acompañados del capitán Prío), en torno a una mesa, leen y comentan las notas del primero, donde se reconstruye con pasión la leyenda del poeta. Todos participan en una conspiración para acabar con la vida del tirano Somoza.
El atentado contra el Presidente está listo en todos sus detalles. Va a llevarse a cabo en el banquete multitudinario que se celebrará por la noche en honor del matrimonio. Rigoberto, cerebro de la acción, consigue infiltrarse y dispara contra Anastasio. Aunque lo alcanza, no logra matarlo. Él caerá acribillado por las balas de los secuaces del tirano, y sus compañeros serán detenidos, encarcelados y torturados durante años.
La acción de Margarita, está linda la mar oscila entre los años 50 y principios de siglo y supone una visión de la historia moderna de Nicaragua, basada tanto en la realidad como en los añadidos de la leyenda.
Con perfecto engranaje, el narrador va abandonando y retomando la trama somocista, para adentrarse en la memoria del cartapacio de Rigoberto (hagiografía de Rubén Darío), en una suerte de flash-backs que se van entretejiendo con el presente, en una sutil filigrana. Se trata, así, de un ejercicio sobre la narración, sobre el poder de la memoria, sobre la intervención del pasado (ficticio o no) en la realidad.
El autor se vale de un narrador absoluto que interviene en primera persona. De su mano, y junto al retrato de los protagonistas principales de la acción (Rubén Darío, el sabio Debayle, Rigoberto...), conoceremos a una serie de personajes secundarios de impecable identidad (Segismundo, Quirón, Lacaimana...), originales, tiernos, necesarios, inscritos en la mejor tradición de las grandes personalidades de la literatura latinoamericana.
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