Mi padre, el único de entre sus hermanos que no quiso ser músico y se decidió por la vida de comerciante, compró un terreno en el centro de Masatepe, que daba a la iglesia parroquial y al parque central, en mancomunidad con su amigo Cruz Mercado, y luego decidieron con una moneda tirada al aire quién de los dos se quedaba con la parte de la esquina. La ganó mi padre.
El orgulloso y pedante marqués de Queensbury, inventor de las reglas del boxeo, se hallaba indignado tras descubrir la pecaminosa relación de su hijo con Oscar Wilde, alrededor de la cual la maledicencia tejía su alegre red en Londres. Entonces escribió una brevísima nota para el poeta y, muy al estilo británico, se la dejó con el conserje de su club: "Para Oscar Wilde, ostentoso sodomita [SIC]".
Un ángel bello y luminoso cae del cielo con el ala rota y queda a la vista de un niño que lo lleva a su casa donde lo curan y le consiguen unas sandalias; convive con los niños a quienes al final, se lleva al cielo junto con la madre: un cuento modernista de Amado Nervo.
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