Esta es una historia de familia. Un gigante descalzo de barba encrespada sopla en la madrugada el caracol que trae en su salbeque de caminante al llegar a la ronda del pueblo, detrás la recua de mulas cargadas de zurrones de cal.
En la historia de Nicaragua hay presidentes bien recordados, otros malqueridos como villanos, y los más de ellos olvidados. Quienes más duran en la memoria son aquellos que más han durado en el poder a través de sucesivas reelecciones, y la cuenta comienza con el caudillo de la revolución liberal, general José Santos Zelaya, para extenderse al general Anastasio Somoza García, quien creó además una dinastía, y por último al comandante Daniel Ortega.
Este año se cumple el centenario del nacimiento de Juan Rulfo, el escritor mexicano tímido y huraño, refugiado no pocas en el alcoholismo, quien sólo escribió en su vida una novela bastante breve en páginas, Pedro Páramo, y un libro de pocos cuentos, El llano en llamas, pero que fueron suficientes para cambiar abruptamente el paisaje de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo veinte, y convertirlo en un clásico.
La periodista Yamlek Mojica de la revista Niú me hizo a quemarropa una serie de preguntas sobre los gustos musicales de mi vida, que siento no pude absolver de la mejor manera. Frente a la metralla, que no deja lugar a meditaciones, y sobre todo si las respuestas además de instantáneas deben ser tan cortas como un twitt, uno no puede evitar pensar con posterioridad en lo que mejor pudo haber dicho.
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